CAMINOS DEL VINO, MULTITUDINARIA CATA DE BLANCOS EN MENDOZA.

Más de 80 enólogos, agrónomos y sommeliers de 50 prestigiosas bodegas locales se reunieron en la provincia de Mendoza en un encuentro nacional organizado por Caminos del Vino. Esta vez, el motivo fue realizar una cata técnica de vinos blancos

Más de 80 enólogos, agrónomos y sommeliers de 50 prestigiosas bodegas locales se

reunieron en la provincia de Mendoza en un encuentro nacional organizado por

Caminos del Vino. Esta vez, el motivo fue realizar una cata técnica de vinos blancos en

una verdadera recorrida por todas las regiones vitivinícolas de Argentina. Para los

enólogos fue una ocasión ideal para evaluar y comparar sus propias producciones y

las de sus colegas. Además, el evento permitió dilucidar de Norte a Sur las tendencias

en materia de blancos y las novedades que vislumbran los winemakers con estas

variedades.

El nivel, variedad y complejidad de los ejemplares citados por los especialistas dio cuenta de las

bondades y la potencialidad de los vinos blancos argentinos, un hecho que queda comprobado

tanto por el incremento en la cantidad de consumidores argentinos que se están volviendo a volcar

a experimentar con estas cepas, como por el entusiasmo de las bodegas que lanzan al mercado

novedosos blends y varietales de altísima calidad. En este sentido, los expertos convocados a la

degustación coinciden en afirmar que la Argentina vive una verdadera revolución de los blancos.

CAMINOS DEL VINO, MULTITUDINARIA CATA DE BLANCOS EN MENDOZA.

Nuevos blancos para nuevos consumidores

Según el último informe del Instituto Nacional de Vitivinicultura (INV), el mercado interno de vinos

varietales blancos tranquilos aumentó un 26,6% entre los años 2012 y 2021, al tiempo que el

acumulado enero-noviembre 2022 muestra un incremento del 8,7% respecto del mismo periodo de

2021. Los espumantes, por su parte, también ganaron terreno en 2022: los primeros 11 meses de

ese año se registró una suba del 21,1% en relación con el mismo lapso de 2021.

Las cifras hablan a las claras del continuo crecimiento en la demanda de blancos, que viene de la

mano de un nuevo segmento de consumidores -con los jóvenes y las mujeres como grandes

impulsores- que apuesta a los vinos frescos, livianos, con buen balance y fáciles de beber. Además,

por su versatilidad en cuanto a maridajes, los blancos cobran relevancia como vinos gastronómicos.

Paralelamente, en un círculo virtuoso, las bodegas locales pusieron en valor la producción, y

desafiaron a sus equipos enológicos a desarrollar blancos que ya no tienen nada que envidiarle a los

tintos en cuanto a complejidad y calidad. A esto se suma la gran variedad de terroirs que dan muy

buenos vinos blancos en nuestro país, lo que abre un universo enorme de opciones para todos los

paladares.

En nuestro país, las variedades blancas más cultivadas son Pedro Giménez, Torrontés Riojano,

Chardonnay, Moscatel de Alejandría, Sauvignon, Chenin, Torrontés Sanjuanino, Ugni Blanc, Viognier,

Semillón, Torrontés Mendocino y Sauvignonasse. Un dato llamativo relevado por el INV es que la

superficie total de variedades blancas va disminuyendo año a año desde el 2013 hasta hoy. Esta

realidad, sumada a una baja del rendimiento por hectárea, se traduce en una merma en la

producción de uvas blancas aptas para elaborar vinos. Sin embargo, desde 2017, el volumen

comercializado total de estos varietales aumenta, mientras que los espumosos lo hacen desde 2020.

CAMINOS DEL VINO, MULTITUDINARIA CATA DE BLANCOS EN MENDOZA.

Aromas intensos del Norte

En la región norte, que abarca Salta, Jujuy, Tucumán y Catamarca, los blancos son amables al

paladar y frutales, con personalidad e intensidad aromática. En líneas generales, la región se

caracteriza por la gran diversidad de suelos, la altura, la intensa exposición solar y la gran amplitud

térmica, siendo el Torrontés el principal exponente. También se destacan el Chardonnay, Sauvignon

Blanc y Viognier.

Los enólogos convocados para la cata técnica por Caminos del vino degustaron blancos de distintos

terroirs norteños, como los de los valles templados jujeños con sus características tan particulares.

Los elaborados en Monterrico -un terroir ubicado a 800 msnm y de clima tropical, donde las

principales variedades blancas plantadas son Sauvignon Blanc, Torrontés y Chardonnay-, alcanzan

una muy buena expresión. Para los enólogos, se trata de una zona con un potencial enorme en lo

que respecta a vinos jóvenes, muy frescos y fáciles de tomar, con mucha acidez y un pH muy bajo.

También apuestan por los vinos base para espumantes, ya que los niveles de azúcar que se alcanzan

son bajos.

Los blancos de la Quebrada de Humahuaca, en tanto, poseen otras características distintivas, algo

que se observó claramente en los aromas del Sauvignon Blanc. Esta zona también se presta para

blancos de cosecha tardía.

Mendoza, sinónimo de variedad y calidad

Los blancos de la región cuyana pueden ir desde los frutales y livianos hasta los de gran

concentración aromática. El enorme abanico de opciones tiene que ver con la diversidad de suelos

y microclimas que ofrece la región. Entre las variedades más representativas se destacan

Chardonnay, Semillón, Pedro Jiménez y Ugni Blanc.

Uno de los terroirs más significativos de la región cuyana es Agrelo, en Luján de Cuyo. Este 2023, las

bodegas de esa zona llegaron a cosechar un poco antes, con muy buena sanidad y expresividad.

Si bien la región de Agrelo siempre ha sido identificada con las tintas, especialmente con el Malbec,

lo cierto es que la altura y los suelos profundos y con nutrientes también resultan aptos para las

variedades blancas si se hace un buen trabajo desde el viñedo. De hecho, la cata técnica incluyó un

Chenin Blanc originario de esta región, muy particular y de aromas delicados. Se trata de una uva

poco utilizada como vino varietal ya que mayormente se la usa como base de espumantes, pero

trabajada desde el viñedo se tradujo en un ejemplar con mucha elegancia, suave, delicado y de

equilibrada acidez.

Los suelos profundos de Agrelo también resultan especialmente ideales para el Sauvignon Blanc: la

planta puede explorar bien con sus raíces y tener una buena canopia para proteger a la uva del sol.

De ese modo, logra conservar las notas más herbáceas o pirazínicas propias de la cepa, lo cual

deriva en vinos mucho más frescos.

Por su parte, los Chardonnay de Gualtallary, Tupungato, logran una expresión un tanto más salvaje,

con tensión en la acidez y, a la vez, con rica fruta. En este punto, los enólogos destacaron el rol del

terroir y el clima: la piedra, la mineralidad y la amplitud térmica que favorece la madurez y la

concentración de la fruta permiten que se exprese mucho mejor la acidez.

En el Valle de Uco mendocino se obtienen blancos frescos, de aromas intensos -a frutos cítricos,

especiados o florales- y de muy buena acidez natural. Son vinos complejos y, en algunos casos,

como los Chardonnay de las zonas altas (Gualtallary, Vista Flores y Altamira) con potencial de

guarda.

En tanto, la IG Los Chacayes es una zona más fría, que va de los 1100 a los 1600 msnm y de gran

amplitud térmica, algo fundamental cuando se trata de uvas blancas. Estas características de la

zona, permiten conservar la acidez de los blancos de manera natural y que realmente las uvas

maduren de forma casi perfecta. El abanico de blancas que allí se cultivan es enorme y los resultados

obtenidos, excelentes. Además del Torrontés y el Chardonnay, se destacan especialmente las

variedades mediterráneas, como la Viognier y la Marsanne.

La inmejorable frescura patagónica

En lo que respecta a los blancos patagónicos se destaca el Semillón, que da vinos de una

expresividad aromática compleja, refinados y balanceados. También se elaboran excelentes

Sauvignon Blanc y Chardonnay de aroma frutal, de buen cuerpo y armónicos.

Los blancos de General Fernández Oro, en Río Negro, vienen mostrando una evolución interesante.

Son vinos con un tenor alcohólico relativamente bajo, frescos, de color amarillo verdoso, con muy

buena acidez natural, y que ahora se presentan más complejos a partir del trabajo en bodega con

vasijas de acero inoxidable y barricas de roble francés y americano. La apuesta de las bodegas

rionegrinas es por blancos refrescantes, con buen volumen en boca, con carácter y muy tomables.

Chubut se presenta como nueva provincia vitivinícola, con una historia que comenzó a principios del

milenio y se reforzó en 2010 a partir del establecimiento de pequeños productores que proyectaron

sus sueños de pioneros en la producción vitícola y enológica con idealismo y constancia, y con la

familia como pilar principal de sus emprendimientos. Se trata de proyectos que fusionan lo público y

lo privado a partir del apoyo de instituciones provinciales y nacionales. Los resultados de este

modelo productivo vienen siendo sorprendentes.

Las bodegas chubutenses exhibieron sus blancos tan extremos en sus características como

aromáticos y ácidos en su esencia. La provincia presenta amplias variedades climáticas y edáficas

desde el Oeste, con la imponente Cordillera de los Andes, hasta la costa, con su influencia oceánica.

En ese recorrido, se impone también la meseta con su clima extremo de gran amplitud térmica y

suelos con características volcánicas que les otorga identidad a los vinos. Está diversidad geográfica

colabora en el desarrollo de blancos de una imponente acidez natural, vibrantes y elegantes, con

aromas a flores blancas y frutas cítricas.

Las variedades de la zona central

Si hablamos de la región central, donde las sierras y llanuras onduladas dominan el paisaje, las

blancas que mejor se dan son Sauvignon Blanc y Chardonnay que dan vida a vinos frescos y

elegantes, aunque también se produce Glera, Riesling, Albariño y Moscato Giallo, con las

características que le aporta el clima húmedo y ventoso y la baja amplitud térmica.

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Gustos que marcan tendencia

Para hablar de tendencias es necesario repasar la historia de los blancos en la Argentina. En este

sentido, cabe recordar que hasta finales de la década del 80, en nuestro país se producían más uvas

blancas que tintas. Esto estaba vinculado con el consumo hogareño, especialmente dominado por

cortes de Semillón y Chenin Blanc, elaborados como vinos secos. Más tarde, hacia finales de los 80,

se inició el auge de las tintas, con el Malbec como punta de lanza y con fuerte presencia de la

madera. Paralelamente, comenzó a plantarse Chardonnay y otras blancas con el foco puesto en la

calidad.

En los últimos años se viene observando una tendencia creciente en el consumo de vino blanco y

rosado. Es que el clima cada vez más cálido lleva a los consumidores a buscar vinos refrescantes,

livianos, delicados y sutiles. Con ese objetivo, hoy las bodegas rescatan viñedos históricos al tiempo

que introducen nuevas cepas e investigan nuevas regiones y técnicas apostando a la diversidad y

los vinos de alta gama.

En ese contexto, la gran variedad de suelos y climas que ofrece la Argentina se viene traduciendo en

grandes ejemplares con características muy diferentes provenientes de las distintas regiones. Los

trabajos en el viñedo y la bodega se complejizan buscando estilos de lo más variados al punto que

nuestro país actualmente produce blancos para todos los tipos de consumidores.

En lo que respecta al Chardonnay, la tendencia es a vinos con más fruta, más complejos y sin tanta

madera porque el consumidor busca más frescura. Cuando se trata de vinos de reserva, el objetivo

es que la madera se amalgame bien con el corte y que esté integrada.

Los bodegueros observan con entusiasmo un cambio en la sociedad que se torna cada vez más

disruptiva, más abierta a probar productos novedosos. Esto viene llevando a los enólogos a elaborar

blancos con baja graduación alcohólica, así como espumantes y vermuts a base de blancos,

perfectos para la elaboración de tragos. Y también hay un público, dominado por los jóvenes, que se

vuelca a los blancos dulces.

Como corolario del encuentro organizado por Caminos del Vino, resulta evidente que aún queda

mucho por explorar y probar cuando se trata de vinos blancos. Y los productores tienen claro que lo

que nos sacó al mundo como país vitivinícola y nos abrió puertas ha sido la calidad. El trabajo

consciente en ese sentido es lo que hoy les permite afirmar que la Argentina no tiene un techo en el

corto plazo en lo que respecta a la elaboración de blancos y a asegurar que este es apenas el

comienzo.

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